¿De donde viene la palabra "perfume" ?
La palabra perfume viene del Latín per fumare, que significa a través del humo, pues es lo que emanaba de los incensarios en las catedrales e impregnaba su aroma a través del humo, efectivamente. Ejemplo de ellos el botafumeiro de la catedral de Santiago de Compostela, que recomiendo visitar si tienes la suerte de coincidir uno de los días que lo encienden, y podrás percibir cómo a través del humo, el perfume se expande majestuosamente y consigue dejar a su paso todas esas sensaciones que hacen que el acto de perfumarnos haya perdurado en el tiempo desde la antiguedad hasta nuestros días.
Cuando se abrió la tumba del joven faraón Tutankamón, entre los lujosos contenidos que se encontraron dentro había varios frascos y recipientes y se descubrió que un frasco en particular contenía un ungüento perfumado, cuyo aroma todavía se podía percibir después de tantos siglos.
Ungüento es la palabra clásica utilizada para describir lo que hoy llamamos perfume sólido.
A pesar del descubrimiento de un equipo de destilería en las ruinas de Mohenjo-Daro, hasta donde sabemos hoy, el proceso de destilación de perfumes no se popularizó hasta el siglo X de nuestros días.
¿Cómo era el primer perfume de la historia?
Posiblemente no es el más antiguo, pero el ungüento perfumado encontrado en la tumba de Tutankamón era de naturaleza sólida, aunque con el mismo calor de la mano se derretía convirtiéndose en una sustancia pegajosa. Cuando lo descubrieron compararon su aroma al aceite de coco y a la valeriana, que era lo que probablemente contenía el frasco. El perfume se analizó en 1926 y se descubrió que consistía en una “grasa animal neutra” y una resina o bálsamo. En ese momento no pudieron ser más específicos. Sin embargo, ahora se cree que el principal componente era el nardo, flor perteneciente a la misma familia botánica que la valeriana.
La utilización del nardo viene de muy antiguo: es un ingrediente en algunas fórmulas de Kyphi, el famoso perfume del templo sagrado egipcio. El nardo también era un componente del incienso sagrado ofrecido en el Templo judío de Jerusalén. Se menciona en el Cantar de los Cantares y había un perfume muy popular en La antigua Grecia hecho a base de nardo. Fue un ungüento de nardo el que María de Betania utilizó para ungir los pies de Jesucristo. Sin embargo, lo más famoso del nardo ha sido siempre su alto precio. A la luz de su descubrimiento en la tumba de Tutankamón, se puede apreciar que el nardo era verdaderamente una fragancia digna de un rey.
¿Por qué era tan caro el nardo?
Por el lugar donde crece y la dificultad para obtenerlo.
El nardo es originario del Himalaya y crece a gran altura. Su uso en el mundo antiguo es una demostración de las sofisticadas rutas comerciales que ya existían por aquel entonces y de la importancia que se le daba a la materia aromática: se esforzaban mucho para obtener esta pequeña raíz. El nardo se envasaba en cajas de alabastro talladas, las caravanas las transportaban cuidadosamente y se exportaban al mundo antiguo. Hace tan solo cien años, el nardo se importó de Nepal a Egipto para su uso como medicina popular. Más allá de sus usos medicinales con propiedades relajantes y sedantes, similares a las de la valeriana, antiguamente se creía que el nardo tenía poderes místicos y románticos.
Hoy en día, el nardo está disponible como aceite esencial. Se destila al vapor de rizomas y raíces secos y triturados, lo que da como resultado un líquido dorado pálido. ¿A qué huele? No necesariamente a lo que esperarías que oliera un perfume, si tus expectativas son las de un jardín floral.
El nardo tiene un aroma profundo y complejo entre dulce/picante/almizclado y terroso. La raíz de la que se obtiene tiene una especie de “vellosidad”; y se pensaba que el nardo era la cola de un animal. La planta venía de muy lejos, quienes la obtuvieron a muchas millas de distancia nunca vieron la planta en persona y los perfumistas de la época eran un grupo misterioso que se guardaba sus secretos comerciales. Plinio llamó a la raíz de nardo “pequeña cabra”.
La receta del primer perfume de la historia
Una recreación históricamente correcta del preciado ungüento de Tutankamón podría implicar convertir la grasa de ganso en una base. Una versión más acorde a los gustos modernos podría sustituirla por aceite de coco. Los excavadores originales de la tumba notaron el parecido del ungüento con el aceite de coco; al igual que las grasas animales, este material vegetal se solidifica a bajas temperaturas, resultando en una textura muy similar a la del antiguo perfume.
Por supuesto, ¡tenemos la receta! por si quieres perfumarte como un Faraón.